A veces quiero hablar sobre diferentes temas, ocurrencias, tragedias y demás situaciones del Perú y nuestra sociedad. No soy muy bueno para poner las buenas, y las malas parecen enervar a todos. Así fue hasta que me encontré a una de las heroínas de nuestra actualidad: La kamikaze señuelo.
De por sí mucha gente ya cruza por donde le da gana y cuando le da la gana. Unos cruzan a media cuadra, otros se saltan la rejita del jardín intermedio, y un grupo muy reducido, felizmente, detiene un taxi o una combi para aprovechar y cruzar. Y por su bien, no voltean a mirar al conductor o al cobrador, que debe estar calculando si vale la pena atropellarlos y ganarse unos puntos en el brevette.
En momentos así, hay una solución más rápida, que pasa siempre y en la que puedes confiar. Espera a la señora kamikaze señuelo.
Esta señora no mira el semáforo de carros ni de peatones, no mira el tráfico, no mira a la gente. Solamente baja la cabeza y cruza, como jugando topa topa carnerito con los carros que vienen. He intentado ponerme en sus zapatos y pensar como ella. Tal vez asume que la vida no vale la pena, que como tenemos dos piernas, puede arriesgar una, o que ha metido la pata tantas veces en su vida que una buena abolladita es lo que merece. Quizás me equivoque. Posiblemente, consciente de su propio peso, resistencia y fuerza como para levantar una mototaxi, va a ser digno adversario del tico amarillo a dos metros de ella. O tal vez se sienta tico y crea que no pertenece a la vereda, sino a la pista. No es mi mejor teoría, pero explicaría por qué muchas de estas señoras kamikazes van vestidas de amarillo.
Su nobleza me recuerda a los pilotos kamikazes japoneses, que sacrificaban su vida con tal de salvar la de sus compañeros. He aquí nuestra oportunidad para cruzar la calle sin sufrir daño alguno. Tal vez la señora logre detener a los autos que avanzan, o tal vez esté en el piso intentando encajar su rodilla en su lugar mientras le echa la culpa al conductor que no la vio. De cualquier modo, no dudes, no demores, no voltees, no lamentes. ¡Sólo cruza!
Ahora, felizmente, es señuelo, porque después de todo, nunca mueren. He visto señoras kamikaze cruzar las peores avenidas de nuestra ciudad. La Venezuela, la Independencia, la Mariscal Castilla, la Avenida Jesús, y otras parecidas. Y nunca mueren. Supongo que en éso, difieren de los kamikazes japoneses, que consideraban la peor deshonra ser enviados a sacrificarse y que algo fallara, aunque no fuera su responsabilidad. Estas señoras no. Se lanzan a la resistente carrocería de un hermoso Tico, pero no para morir, sino para cruzar. Y si logran cruzar vivitas y coleando, recuerdan que no debieron cruzar todavía, y vuelven a cruzar. ¿Quién las entiende?
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